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En Ambala amaneció lloviendo perros y
gatos, después de recoger todo salí en taxi hacia Patiala. De nuevo
en la carretera. Aquí se debe aprender a conducir en una pista de
feria. Los vehículos se incorporan a la carretera principal en 90
grados sin stop previo y pitando, quien decide cambiar de carril pita
y cambia, la mayoría de los coches no tienen espejo retrovisor,
seguramente lo perdieron en una refriega. Los coches lujosos lo
llevan replegado, solo se usan los intermitentes de emergencia de
noche y permanentemente, como diciendo ¡estoy aquí!, muchos
camiones no tienen pilotos traseros. Es normal que en tramos de un
solo sentido circulen motos, bicicletas y peatones tanto por la
derecha como por la izquierda. Pero en todo el desorden hay un ritmo,
un tempo que parece que alguien controla, ellos saben si les da
tiempo a cruzar o no. Cuando me pongo las manos en la cabeza porque
alguien está cruzando con un coche delante del nuestro aparece un
camión detrás que también cruza. El taxi no reduce la velocidad,
solo hace sonar el pito y a lo más deja de prestar atención al
móvil, me mira y se ríe “no rules in India” dice
muy satisfecho. Milagrosamente todos pasamos. Es una coreografía que
ellos controlan pero que te deja sin respiración.
En el
hotel de Patiala me quieren cobrar 3.500 rupies por la habitación.
Después de una larga conversación con té de por medio me muestro
inflexible en 1.500 más conexión wifi y cedo en pagar el 12% en
tasas. Las sábanas son límpias y el baño es aceptable.
Aunque
mi cita con Sudeep es para el domingo lo llamo por teléfono y me
dice que vendrá en una hora. Mientras espero pido un plato de arroz
y una calderilla de pollo en salsa con curri y cilantro. Ambos platos
están deliciosos. Al poco llega Sudeep. Nos saludamos y me dice que
termine de comer y que luego hablamos. Varias veces rompo el
silencio, me contesta un poco incómodo y me repite que luego
hablamos. Me dice que el hotel no es bueno, me pregunta el precio y
me dice que negocié bien. Ya en su casa me presenta a su padre,
madre, esposa e hijo. También tiene una hija pero solo la veo de
soslayo descansando en una cama desde la que ve la tv. Me dice que mi plan de
viaje es extenuante e inviable y que me olvide del tren y del bus.
Según dice los billetes deben comprarse con mucha
antelación o esperar varios días para tener plaza, son lentos y
poco seguros. El bus hay que esperar a que se llene para que salga.
Me recomienda alquilar un taxi. Otros viajeros en España también me
recomendaron lo mismo así que acepto y nos ponemos a diseñar un
nuevo plan. Me olvido de Varanasi y de Nepal (o ya veré si no me
olvido) a cambio de visitar
bien el Punjab y Rajastan. Después de un té y pastas saladas y
dulces cogemos una vespa para ir a una oficina de cambio. La visa de
Bankinter no funciona, pruebo con la Maestro de Cajasol y me dan el
dinero, menos mal que traje dos. Aquí el dinero lo es todo. En la
vespa de nuevo con los huevos de corbata fuimos haciendo eslalon por
las calles estrechas, una vaca por aquí, miles de motos por allá,
en fin creo que no voy a describir más lo del tráfico.
Ahora
estamos en la clínica que regenta con su padre. Me instalan en un
cómodo sillón junto a la mesa donde el padre pasa consulta, el
despacho está separado por mamparas de cristal, puedo ver la sala de
espera donde ahora Sudeep anestesia la mano de una mujer anciana y le
cose la herida, se muestra muy agradable y tranquilizador con ella y
usa guantes desechables. La intervención se realiza ante la
presencia y curiosidad de los que esperan, de los que entran o salen.
Un niño de unos 7 años trae una quemadura en el brazo, viene solo,
mientras le curan se queja del dolor pero no llora y colabora con el
médico, después de pagar en efectivo al asistente sale solo de la consulta, es
muy valiente, aquí creo que no se puede ser de otra manera. La
consulta sigue funcionando. El enfermo se sienta cerca del doctor a
un lado de la mesa, le explica lo que le pasa mientras un asistente
coje uno de los tres termómetros que hay en un bote encima de la
mesa y lo mete en la boca del paciente. El doctor toma nota en una
especie de diario, comunica al asistente la prescripción y éste
sale a la “botica” que se encuentra en el hueco de la escalera
(lo puedo ver a través de la cristalera) y
en un pequeño cuenco metálico le señala con el dedo las pastillas que el enfermo debe tomar. Con la mirada fija en las pastillas va
asintiendo ladeando la cabeza hacia la izquierda (eso quiere decir
“sí”). La medicación se entrega en una bolsita de plástico
cerrada con una gomilla. El pago es en efectivo al doctor . Todo el
protocolo se repite una y otra vez en niños, jóvenes, hombres o
mujeres siempre en un clima de cordialidad y respeto. Aunque me dan
permiso para hacer fotos no quiero abusar. A las 8.30 se cierra
la clínica y en la vespa, ahora de noche, regresamos a la su casa.
Ahora todo el mundo ha terminado la jornada y la calle está
imposible, seguramente respiré por el camino porque tardamos unos
diez minutos y no soy capaz de aguantar tanto tiempo... se necesita
mucho tiempo para acostumbrarte a esta forma de vivir.
Para
el dinner Sudeep me invita a un restaurante donde comemos varios
platos de pollo con arroz y salsa, unas tortas de pan de harina
deliciosas y una pinta de cerveza que compartimos.
Tio molo es como si estuvieras en pekin spres¡¡¡¡jejej, "volsita" es Bolsita?? jijij ;-) besooos desde UK
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