domingo, 8 de julio de 2012

PATIALA

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En Ambala amaneció lloviendo perros y gatos, después de recoger todo salí en taxi hacia Patiala. De nuevo en la carretera. Aquí se debe aprender a conducir en una pista de feria. Los vehículos se incorporan a la carretera principal en 90 grados sin stop previo y pitando, quien decide cambiar de carril pita y cambia, la mayoría de los coches no tienen espejo retrovisor, seguramente lo perdieron en una refriega. Los coches lujosos lo llevan replegado, solo se usan los intermitentes de emergencia de noche y permanentemente, como diciendo ¡estoy aquí!, muchos camiones no tienen pilotos traseros. Es normal que en tramos de un solo sentido circulen motos, bicicletas y peatones tanto por la derecha como por la izquierda. Pero en todo el desorden hay un ritmo, un tempo que parece que alguien controla, ellos saben si les da tiempo a cruzar o no. Cuando me pongo las manos en la cabeza porque alguien está cruzando con un coche delante del nuestro aparece un camión detrás que también cruza. El taxi no reduce la velocidad, solo hace sonar el pito y a lo más deja de prestar atención al móvil, me mira y se ríe “no rules in India” dice muy satisfecho. Milagrosamente todos pasamos. Es una coreografía que ellos controlan pero que te deja sin respiración.

En el hotel de Patiala me quieren cobrar 3.500 rupies por la habitación. Después de una larga conversación con té de por medio me muestro inflexible en 1.500 más conexión wifi y cedo en pagar el 12% en tasas. Las sábanas son límpias y el baño es aceptable.

Aunque mi cita con Sudeep es para el domingo lo llamo por teléfono y me dice que vendrá en una hora. Mientras espero pido un plato de arroz y una calderilla de pollo en salsa con curri y cilantro. Ambos platos están deliciosos. Al poco llega Sudeep. Nos saludamos y me dice que termine de comer y que luego hablamos. Varias veces rompo el silencio, me contesta un poco incómodo y me repite que luego hablamos. Me dice que el hotel no es bueno, me pregunta el precio y me dice que negocié bien. Ya en su casa me presenta a su padre, madre, esposa e hijo. También tiene una hija pero solo la veo de soslayo descansando en una cama desde la que ve la tv. Me dice que mi plan de viaje es extenuante e inviable y que me olvide del tren y del bus. Según dice los billetes deben comprarse con mucha antelación o esperar varios días para tener plaza, son lentos y poco seguros. El bus hay que esperar a que se llene para que salga. Me recomienda alquilar un taxi. Otros viajeros en España también me recomendaron lo mismo así que acepto y nos ponemos a diseñar un nuevo plan. Me olvido de Varanasi y de Nepal (o ya veré si no me olvido) a cambio de visitar bien el Punjab y Rajastan. Después de un té y pastas saladas y dulces cogemos una vespa para ir a una oficina de cambio. La visa de Bankinter no funciona, pruebo con la Maestro de Cajasol y me dan el dinero, menos mal que traje dos. Aquí el dinero lo es todo. En la vespa de nuevo con los huevos de corbata fuimos haciendo eslalon por las calles estrechas, una vaca por aquí, miles de motos por allá, en fin creo que no voy a describir más lo del tráfico.

Ahora estamos en la clínica que regenta con su padre. Me instalan en un cómodo sillón junto a la mesa donde el padre pasa consulta, el despacho está separado por mamparas de cristal, puedo ver la sala de espera donde ahora Sudeep anestesia la mano de una mujer anciana y le cose la herida, se muestra muy agradable y tranquilizador con ella y usa guantes desechables. La intervención se realiza ante la presencia y curiosidad de los que esperan, de los que entran o salen. Un niño de unos 7 años trae una quemadura en el brazo, viene solo, mientras le curan se queja del dolor pero no llora y colabora con el médico, después de pagar en efectivo al asistente sale solo de la consulta, es muy valiente, aquí creo que no se puede ser de otra manera. La consulta sigue funcionando. El enfermo se sienta cerca del doctor a un lado de la mesa, le explica lo que le pasa mientras un asistente coje uno de los tres termómetros que hay en un bote encima de la mesa y lo mete en la boca del paciente. El doctor toma nota en una especie de diario, comunica al asistente la prescripción y éste sale a la “botica” que se encuentra en el hueco de la escalera (lo puedo ver a través de la cristalera) y en un pequeño cuenco metálico le señala con el dedo las pastillas que el enfermo debe tomar. Con la mirada fija en las pastillas va asintiendo ladeando la cabeza hacia la izquierda (eso quiere decir “sí”). La medicación se entrega en una bolsita de plástico cerrada con una gomilla. El pago es en efectivo al doctor . Todo el protocolo se repite una y otra vez en niños, jóvenes, hombres o mujeres siempre en un clima de cordialidad y respeto. Aunque me dan permiso para hacer fotos no quiero abusar. A las 8.30 se cierra la clínica y en la vespa, ahora de noche, regresamos a la su casa. Ahora todo el mundo ha terminado la jornada y la calle está imposible, seguramente respiré por el camino porque tardamos unos diez minutos y no soy capaz de aguantar tanto tiempo... se necesita mucho tiempo para acostumbrarte a esta forma de vivir.

Para el dinner Sudeep me invita a un restaurante donde comemos varios platos de pollo con arroz y salsa, unas tortas de pan de harina deliciosas y una pinta de cerveza que compartimos.

1 comentario:

  1. Tio molo es como si estuvieras en pekin spres¡¡¡¡jejej, "volsita" es Bolsita?? jijij ;-) besooos desde UK

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